La Facultad de Ciencias Administrativas y Sociales, felicita a la Dra. Hilda Graciela Albert Palacios, docente de nuestra facultad, por su importante participación en el “Seminario Abierto sobre Derechos Humanos” llevado a cabo en Zacatecas Zacs. El día 14 de agosto del presente año, con el tema “Derecho de las Personas y los Pueblos Indígenas”.
Es un orgullo tener entre nuestro profesorado a ciudadanos sensibles ante las temáticas que acongojen a nuestra nación y que aporten al conocimiento y la conciencia de nuestros pueblos indígenas. Felicidades.
En seguida el texto completo de la ponencia realizada.
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DERECHOS DE LAS PERSONAS Y PUEBLOS INDÍGENAS
DRA. GRACIELA ALBERT
14 DE AGOSTO DE 2018. ZACATECAS, ZACS.
En defensa del derecho de todos los pueblos a crear y manejar sus propios modelos educativos con planes y programas de estudio bilingües, biculturales e interculturales, que conserven, preserven y desarrollen sus lenguas nativas, afirmen y difundan sus culturas y conocimientos que deben ser respetados como parte del crecimiento integral de la nación mexicana.
… la Historia de América, de los incas para acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra, nos es más necesaria. … Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser de nuestras repúblicas. José Martí
AGRADECIMIENTOS
A la Suprema Corte de Justicia de la Nación por su atinada y oportuna idea de abordar los Derechos de las Personas y Pueblos Indígenas para actualizar su credo y mejorarlo, tema que preocupa a gran parte de la madura población mexicana, porque en todos sentidos y con prioridad en la educación bilingüe intercultural, atañe al crecimiento y desarrollo integrales de la nación mexicana en un marco de respeto a la legalidad y a la respuesta adecuada a los complejos retos del siglo XXI: la unificación del género humano al través de una educación formal bilingüe en la lengua propio de cada uno y en la nacional, con base en el respeto que merece el art. 1º de la Declaratoria de los Derechos Humanos; los artículos, 1º, 2º, A, frac. IV, B, Frac. II y IX; 3º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; Fracción IV del artículo séptimo de la Ley General de Educación (México), y la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas
A la Casa de la Cultura Jurídica en el estado de Zacatecas, por la inmerecida distinción de que me hace objeto al confiarme asunto tan delicado, que trataré de esclarecer a pesar de mis frágiles conocimientos de la materia en cuestión, dado que no soy ni profesional ni experta en los abruptos terrenos del Derecho ni sabia en relación a sus implicaciones formales. Me disculpo de antemano porque mis conceptos se refieren sólo a mis vivencias en 30 años de trabajo de campo en nuestra tierra mexicana, coronados por estudios formales de lengua y literatura hispanoamericana y una tesis doctoral basada en las costumbres y educación vistos en la retórica mexica estudiada por Sahagún, extensiva a todos nuestros pueblos nativos, como lo afirman los Maestros, Alfredo López Austin y Patrick Johansson, usos y costumbres contemplados y corroborados a diario en la vida de México, ayer y hoy, todo lo cual aplico en mi labor docente desde ayer en la UNAM hasta hoy en la UABC y en talleres públicos y en escuelas primarias con la Academia Itinerante Ópalo. No van más allá mis saberes, de una revisión no siempre placentera de la historia del pueblo hoy mexicano, al través de la literatura ad hoc y de nuestra gente de hoy, con sus antiguas civilizaciones, sus culturas vivas y sus múltiples representaciones, ya artísticas, ya monumentales, ya espirituales, ya humanas.
- Director de la Casa de la Cultura Jurídica en el estado de Zacatecas, Maestro José Abel Vázquez Villalobos, por esta confianza que espero no desmerecer, por sus atenciones y hospitalidad que rebasan con creces la cortesía para ser como siempre, fiel reflejo de su ser zapoteco.
A todos mis amigos de la Casa, como la llamamos cotidianamente, a quienes recuerdo siempre con nostalgia y cariño.
A la Lic. en Ciencias de la Comunicación, Cristina Solano Díaz, na savi, quien amablemente me ha asesorado en algunos puntos sobre la realidad actual de la situación de los pueblos nativos y el papel de la mujer en ella.
A la poeta, actriz y pintora, Laura Castanedo, de Tecate, B.C, entusiasta difusora de la poesía indígena de México, quien gentilmente prestó los cuadernillos que uds., tendrán oportunidad de tener en sus manos al término de esta reunión.
AL RESPETABLE AUDITORIO
Desde el primer encuentro frente a frente de Cristóbal Colón con personas de un mundo para él nuevo, desconocido, extraño, el problema ha sido el que hoy perdura: la infranqueabilidad de la barrera de los lenguas. Román Pané, su primer cronista, destinado a quedarse en la isla por haber “aprendido” la lengua de ese pueblo diferente, traduce interpretando detrás de su propia barrera socio lingüística y además dentro de su propio sistema de creencias. Qué remedio, era un fraile catalán del siglo XV y sus dos compañeros, borgoñones o picardos. Es decir, que aprendió un idioma ajeno, al través del suyo propio, para después llevarlo a otro diferente… e introduce en primera instancia todas las etiquetas culturales propias de sí mismo, de su propio idioma menospreciado, su visión cristiana del mundo, todo ello para para designar lo, definitivamente ajeno, lo del “otro” o citando a Rozat, lo hace “para decir la verdad de los demás…para la totalización del mundo y la folklorización de las diferencias (Rozat Dupeyron, Guy.1) ”
Nacen ahí los “dioses”, que para pena del cronista, están ausentes; quedan los paganos, nativos sin derechos, a algunos de los cuales se lleva Colon a la península hispánica para que “deprendan a fablar”, dando por sentado que lo que dicen no es un idioma, sino apenas una jerigonza llena de “arcabucos”, que diría Sahagún. Con Colón nacen los “indios”, una forma conveniente de deshacerse de las diferencias y articular para el mundo europeo la sustancia de un nuevo mundo en manos del demonio, del que hay que salvar el alma, aunque el cuerpo perezca.
La muralla de las lenguas es apenas advertida, si bien el descubridor por accidente tiene a su disposición un hombre que habla hebreo y algún otro idioma antiguo, la única vía para entablar un diálogo es el lenguaje de las señas, que obviamente tampoco es comprendido, porque tampoco es un idioma universal. Queda claro lo anterior en la biografía que intenta Fernando Colón sobre su padre, cuando trata el asunto del “rey” de la Isla “Tortuga” y sus “ayos”; podemos hoy estar seguros que no era rey, ni la isla se llamaba Tortuga, ni los tales ayos lo eran. Pero ¿cómo comprender algo tan absolutamente ajeno?
De isla en isla, seguramente cada vez más, se siente desamparado el navegante, nadie lo entiende y él no entiende a nadie. Van quedando cada vez más etiquetas europeas adheridas a las personas de este lado del Atlántico, cada una representa un paso hacia atrás en la comprensión de este mundo diferente y diverso. Se le recibe bien y él secuestra a las personas para llevarlas a su rey. Se le brindan regalos, alimentos y los ojos de la codicia solo advierten el brillo del oro, pregunta –no sé cómo- de dónde viene éste y le contestan (o él cree que le contestan) que “de allá” señalando un lugar.
Este diálogo de orates no lleva a buen fin, busca oro de isla en isla y en sus documentos ofrece encontrar más, y lo que encuentra son más y más islas con habitantes, alimentos y objetos que no se parecen a nadie ni a nada del mundo conocido por Europa en ese momento. Algo se gana, ahora todos son “indios” y como tales los llevan a presentar a los excelsos reyes católicos.
Un viaje, otro viaje y deja a Pané y dos legos franciscanos encargados de cristianar a la gente, porque Pané habla su lengua, aunque este se disculpa diciendo que “no es la general” de la isla- Colón hace un tercero y un cuarto viaje y las expectativas del rescate del oro no se satisfacen. Pero la codicia ha prendido y hay más navegantes audaces que cruzan el mar océano. Dejémoslo ahí hasta la llegada de Gonzalo Guerrero, náufrago de una nave frente a las costas del actual Yucatán quien junto con su compañero Jerónimo de Aguilar logra salvarse, sólo para caer en manos de un pueblo maya que, ¡horror!, no le tiene respeto a los náufragos blancos y los trata como lo que son, extranjeros de dudosa estirpe, y los convierte en sirvientes.
Dos personas que pasarán a la historia de México por razones diversas; uno, Guerrero, es de nuevo rescatado por otro pueblo maya, aprende su lengua, acepta sus costumbres, las encuentra interesantes y termina casándose con una mujer maya. El, otro, Aguilar se siente perdido sin sus compañeros, sin sus creencias, sin sus “libros de horas”, sigue siendo, sino esclavo, sí sirviente, apenas aprende lo más usual de la lengua maya. Dada su categoría mental no pudo haber aprendido mucho, pues la barrera de sus creencias seguramente etiqueta todo lo que veía y vivía, como inmoral, idólatra o satánico.
Del primero nacieron los primeros mestizos –y los únicos- respetados que crecieron dentro de su propia cultura sin despreciar su otra mitad ajena. Del segundo, nuestra historia se conduele porque fue una de las causas de la perdición de Mexihco Tenochtitlan y con ella la ruina de toda la extensión del actual México desde las riberas del Mississippi hasta California, a más de toda Centroamérica.
Gonzalo Guerrero pagó con creces a su pueblo adoptivo el beneficio que le hicieron, militarizando a los habitantes, mostrándoles las técnicas de combate de los invasores europeos, logrando con ello que el dominio o la conquista de la península yucateca se demorara por mucho tiempo. Aún persisten en el viento del sureste sus cuerdas admoniciones contra los invasores, que habría de renovar allá la palabra del Jefe Zapata en 1994.
Testarudos los dos, de la terquedad de Aguilar viene el regalo que le brinda al invasor con su conocimiento de la lengua maya así fuera de baja calidad léxica, porque por primera vez hay una posibilidad de entendimiento entre las culturas nativas y las invasoras, pero mediadas por el estrecho marco de referencia de Aguilar, medieval y cristiano, afín al de Cortés, es útil sólo para mentir, destruir, alardear y conseguir el oro codiciado. Cuando Cortés adquiere a la Malinche, el cuadro está completo. Aguilar habla castellano y maya, la Malinche, maya y náhuatl. Aquí termina la posibilidad de conocerse sin enfrentarse.
A Cortés no le interesa aprender lenguas, no vino a trabajar ni a “evangelizar”, vino a conquistar tierras, esclavos, honores, a ganar oro y si para eso tenía que enfrentarse a su propia gente y a sus propias autoridades, todo lo pasó por alto.
Ya lo decía Antonio de Nebrija por esos mismos tiempos del citado primer viaje de Colón, “que la lengua es compañera del imperio”. Que lo mismo hicieron los romanos con su idioma al anexarse media Europa y algo del resto, introduciendo el latín como lingua franca para expandirse, y tiempo después con ese mismo latín, la cristiandad llegó hasta las lejanas islas del actual Reino Unido, a Suecia, a Dinamarca, a Islandia, y en épocas menos remotas a China, a Japón, a Polinesia, hasta a la Isla de Pascua. Al idioma lo acarrean los guerreros y lo aprovechan los mercaderes. A unos no les interesa aprender lenguas, a otros sí, para el éxito de su comercio.
No se reconoce humanidad en los pueblos vencidos, para Colón son “piezas” pues de mercancía se trata, para Cortés son esclavos habidos en la guerra y se les marca con el fierro caliente como a bestias, para todos los europeos, hasta hoy, de ahí en adelante son indios. Algún encomendero metido a fraile osa defenderlos y de ahí hasta la Controversia de Valladolid, se intenta convertirlos en cristianos, primero; en seres humanos después, habrá de llegar el siglo XXI para convertirlos en personas. Ha de mediar un papa (¡cómo, si no!) para declarar en una de sus encíclicas, que son humanos y tienen alma. Y la conclusión es propia de un humorista actual: si son humanos, tienen alma y no se les debe esclavizar, entonces ¿quién va a trabajar gratis la tierra, a cuidar el ganado, a construir las casas, a cocinar, a lavar la ropa (por poco que la lavaran) a hacerse cargo de los infantes, y entrar a las minas? Los negros.
Mientras tanto, la ausencia de reconocimiento de los integrantes de los pueblos nativos como sujetos de derecho, prorroga en este continente la imagen medieval de Europa con la dicotomía entre su idea del mundo, y ésta, ajena a todo. La Europa, afecta a sus físicos medievales con sus sangrías y sus estampas milagrosas, con su Galeno y sus limitaciones, no puede hacer nada cuando a cada epidemia causada por enfermedades de importación estos indios mueren a millares.
Sin embargo, se satanizó el conocimiento nativo y sólo tardíamente y por orden del rey en turno, se ven obligados a reconocer que la medicina profesional nativa es más eficiente que la de ellos, aunque ya Cortés la había declarado útil para sanar las “bubas” esa sífilis de importación difundida por los mercenarios y quizá por el propio Cortés.
¿Cuántos de sus médicos aprendieron a usar plantas, animales o minerales para efectos curativos o preventivos?, ¿cuántos aprendieron las lenguas nativos para entender las razones de “letanías y sortilegios” que acompañan a la administración de los medicamentos nativos? ¿Cuánto tiempo habría de pasar para que vinera otro extranjero, esta vez de origen anglosajón, a “descubrir” los métodos curativos de Doña María Sabina? Desde luego, sin hablar su lengua.
La medicina medieval de sangrías y estampas benditas se impuso como palimpsesto sobre el conocimiento nativo. Llegó la modernidad, hubo escuela de medicina en la Real Universidad de la Nueva España, la hubo hasta el final de la Colonia y después de la Independencia y de la Revolución. Mas el conocimiento que hoy se esgrime en materia médica viene del extranjero y está formado en la escuela europea, los así formados son médicos; los nuestros que guardan el conocimiento ancestral son curanderos, brujos, hechiceros, herbolarios, charlatanes o yerberos y están en los mercados o en la calle vendiendo su producto que casi todo mexicano conoce y usa antes de ir al médico titulado.
Y el acervo de farmacopea botánica, zoológica y mineral queda en el renglón de “yerberías”. ¿Cuántos médicos mexicanos conocen, han leído y utilizado la edición de medicina tradicional que editara hace unos 40 años el IMSS? ¿Cuántos conocen el origen nativo de tantos y tantos medicamentos actuales, por ejemplo, las fórmulas anticonceptivas? Más claro: ¿Cuántos médicos conocen, hablan y leen alguno de nuestras 68 lenguas para tratar a sus pacientes en su propia lengua y dentro de su propia cultura?
Todo el desarrollo de América hasta bien mediado el siglo pasado estuvo sujeto al criterio hispano de clero y frailes, al modelo europeo económico, técnico, político, comercial, industrial, de clasismo, de racismo; en fin, al modelo educativo europeo que de la Universidad de Salamanca acá no ha variado mucho, aún se habla en Europa de “profesiones liberales” y oficios, y estos desde luego son dejados para los villanos porque no es de “hidalgos” trabajar y ensuciarse las manos, y en la península hispánica muchos presumían de hidalgos para llegar a la Nueva España y no trabajar.
Después llegaron los descendientes de otros europeos y anglosajones e inventaron que ellos lo saben todo, (quitando a Freire y a Vigotsky), James,Thorndike, Dewey, Montessori, Pestalozzi, Freinet, Decroly, Binet con sus tests, con el resultado de que hemos tenido una reforma educativa por cada sexenio desde 1950 y mucho clericalismo en las escuelas privadas; todo cada vez más cercano al modelo de Estados Unidos, en donde muy pocos llegan a la universidad y cuesta, por lo tanto sus servicios son siempre onerosos; mientras que las universidades públicas en México están sobrecargadas de estudiantes y siempre con déficit de presupuesto.
Habrá que recordar que con motivo del reciente sismo en CDMX, las tales universidades sufrieron un recorte presupuestal.
Y viene al caso anotar, ¿qué universidad pública del estado tiene cursos bilingües y biculturales? En dónde puedo inscribirme yo a una carrera en pame o en hñahñú o en náhuatl que son mis raíces, en maya, ayook, p’oré o c’hol? Por los años 70’s todavía en Yucatán había escuelas bilingües, a mis hijos les tocó esa época, y algo hablan de maya, que es la lengua que habla prácticamente toda la población. Poco tiempo después en un cambio de gobierno y de política educativa, se desechó el maya de las escuelas. Mas a partir del 2016 (cr.) tras diversas reuniones del Congreso Peninsular Maya, se unen los estados de Campeche, Yucatán y Quintana Roo, y el maya es aceptado como lengua nacional para ser impartido en todos los grados de la educación pública vigente, dado el total de población hablante de maya yucateco.
La política de la asimilación del indio dio por resultado su segregación. En mi biblioteca tengo una tesis que lleva por título, “El indio en los diccionarios”, y hace ya tiempo hubo una demanda contra la ENCARTA de Microsoft por las definiciones de indio que contenía. La demanda no la hizo la SEP, la hizo un particular, dolido por la injuria que el tal documento virtual ostenta como definición de “indio”.
Primero los frailes y luego los cronistas insisten en ponerlos a todos en un mismo cajón: son indios e indios se quedan hasta el siglo XXI. Desde las Leyes de Indias hasta hoy, se les denomina así, indios, y no son sujetos de derecho, son considerados desde la conquista hasta el siglo XIX como iguales a mujeres, niños y enfermos mentales, incapaces de hablar o de ver por sí mismos, bien basados en la ley de España, Las siete partidas, de Alfonso X.
Durante los cinco siglos que van de la irrupción de Europa en América hasta hace unos años, las leyes que se aplicaban a los indios vivieron un movimiento pendular, que fue desde el encargo a los frailes de inventar gramáticas de los lenguas nativos para entenderse con estos indios y cristianizarlos, hasta la prohibición absoluta de difundir escritos de cualquier clase y menos aún los religiosos, en esos mismos lenguas.
Muy temprano el primer caso fue el de las Cartas de Relación… que el astuto Cortés enviara a sus reyes católicos, fue prohibida su reproducción y recogidos los ejemplares; el tiempo siguió su camino y Olmos escribió sobre los indios, Motolinía también, y formalmente, vaya misteriosamente, sus trabajos desaparecieron en gran parte reduciéndose a pequeñas fracciones que quizá no dañaran el alma de España representada por sus reyes, a los que se les encomienda siempre que sean justos porque han de responder ante su dios de sus acciones. Labor de investigadores ha sido rehacer los Memoriales de Motolinía, que lo de Olmos aún sigue en el limbo. Igual o peor trato sufrió Sahagún, que después de 50 años en pos de dominar la lengua y escribir (para mejor evangelizar a los vencidos) consultando a los escasos sabios que sobrevivieron a Cortés, ve desperdigada su obra y perdida, después de haberla terminado, y a costa de terquedad la rehace de memoria, para volver a perderla, para aparecer en el Siglo XIX.
Con el Atlántico, la iglesia católica y la ceguera medieval de por medio, desde la sede de los reyes, se emiten leyes para defender al indio, convertirle en vasallo libre, otorgarle un salario como compensación a su trabajo, evitar que se le esclavice, que se le despoje de sus tierras, que se le separe de su familia, se ordena que se le cristianice, que se le enseñe a escribir y leer, o que no se le enseñe, que no hable su lengua, que no dance sus danzas, que no realice sus fiestas, sus mitotes, que no cante sus cantos, que no cante en su lengua en las iglesias, que …
Mas tardíamente, por ahí del último tercio del siglo XVI, cuando ya la destrucción de los libros, templos y obras de arte se ha realizado hace mucho por mano de esos propios frailes, Zumárraga, Motolinía, Landa y otros, armados de su celo evangélico que ve al diablo por todas partes y a dios sólo con ellos, el rey en turno desde la península hispánica, Felipe II, ordena que se recoja toda la información posible sobre estas tierras y sus habitantes, en ese orden. Y así nacen las Relaciones Geográficas en las que puede observarse con tristeza que la población de la Nueva España ha disminuido en un 90 %. Que su historia ha sido destruida. Y que la gente común no habla castellano.
Después de 3 siglos de sujeción, marginación y miedo, viene el primer paso hacia el re-conocimiento de la realidad poblacional del futuro México, viene la sublevación de los criollos contra los peninsulares, que no persigue la independencia de España, sino el rechazo al español peninsular, pero no a Fernando VII, la población nativa juega el papel de apoyo de la iglesia y comparsa del momento, hasta la llegada de Morelos, que infunde un nuevo tono al hecho guerrero con sus Sentimientos de la Nación.
Aparte de Juárez y Cárdenas, el único gobernante mexicano con aprecio en mi recuerdo es Maximiliano de Habsburgo, quien en 1866 expidió dos decretos bilingües español-nahuatl, uno “sobre terrenos de comunidad y de repartimiento” y el otro “acerca del fundo legal de los pueblos indígenas (Horcasitas, 1963, p 230-235)”
El futuro de México es ser una nación, inclusiva e incluyente de todos sus diversos grupos étnicos, ignorados como personas. ¿Cuánta gente que participó en la guerra de independencia no hablaba o no entendía el castellano? No lo sé y dudo que alguien lo haya investigado. Las escuelas seguían en poder de la iglesia católica, pero en ese siglo, el XIX, ya se abren escuelas públicas, si bien no llegan mucho al pueblo raso y continúan con el modelo europeo; se dictan leyes, y de paso, se priva a aquellos pueblos del derecho a sus tierras. Errores del tiempo, que no de Juárez.
La república estaba en manos de los criollos y las tierras fértiles eran mayoritariamente latifundios, los indios seguían siendo indios, pero lentamente iban subiendo en la escala social. La composición de la nación era de mayor a menor, indios, mestizos de indio, negro y blanco, negros, mulatos y blancos criollos; y en cuestión de nivel, al revés: blancos, mulatos, negros, mestizos y en la base de la pirámide poblacional, los indios, todos juntos e iguales a sí mismos.
Estamos en el último tercio del siglo XIX. Un mestizo zapoteco arriba al poder y a pesar de sus altibajos lo detenta por 30 años. Poco a poco muchos extranjeros europeos llegan con él y una racha de afrancesamiento invade las altas esferas de la república. Algunos intelectuales de la época redescubren al indio y su historia, algunos tienen raíces étnicas, algunos se afanan por sacar del olvido a esa historia, Icazbalceta entre otros registra bibliotecas, como en otros tiempos lo hicieran Sigüenza y Góngora o León y Gama, emiten opiniones y a pesar de su visión –qué remedio- europeizante, rescata parte de la Historia del siglo XVI y sus actores.
Pero el indio sigue siendo indio y no participa de esa conquista ni de lo bien que nos fue, pues gracias a ella somos cristianos evangelizados y católicos; mas el indio sigue mudo en esa historia y Díaz –aparentemente- olvidó su herencia zapoteca. Joaquín Baranda (1889) opina que se deben “combatir las supersticiones de los indígenas”; el paso dado en un siglo para llegar a la futura nación ha independizado al criollo del peninsular, al mestizo del blanco, un poco al africano y mucho al mulato, que ya desde el principio no fue tan esclavo, y casi nada al “indio”, que en masa, no sabe leer ni escribir en ningún idioma, pero sabe rezar en castellano y en latín -todavía hay misas y se dan en latín aunque casi nadie entienda nada y se limite a repetir como perico.
En teoría hay escuelas para todos; pero no todos van a la escuela. Igual que desde 4 siglos atrás los indios trabajan la tierra de otros para otros, siguen alimentándose de maíz, frijol y yerbitas. La carne es para los curas y las fiestas del santo; un 85 % de la población mayoritariamente indígena, sigue analfabeta. Si el indio se rebela, el Presidente ordena con ira la disolución de la revuelta a como dé lugar y así el pueblo yaqui es secuestrado, distribuido como esclavo al punto geográficamente más lejano y va a dar a Yucatán, a Veracruz, a Oaxaca o simplemente es asesinado como Cajeme, Tetabiate y Jusacamea o desterrado como siglos atrás después de la Guerra del Mixtón lo fuera Tenamaxtle y por las mismas razones. La Historia se venga desterrando a Porfirio Díaz, que solamente es esclavo de la moda y no va a servirle a nadie.
1910, se desata la ira, hoy de los mestizos contra los hacendados, el norte encabezado por mestizos blancos y el sur por mestizos indios, coinciden en levantarse contra el dictador. Ahora son los mestizos los que se liberan de los blancos, de los afrancesados y de los europeos en general, que atraídos por las ventajas del comercio, la industria, la minería y la prospección de los caminos abiertos por el ferrocarril se han apoderado lentamente de grandes regiones del país mexicano.
La ley de baldíos y deslindes propiciada por Díaz ha creado de nuevo latifundios, especialmente en el norte del territorio, al que se juzga deshabitado pues sólo viven ahí los “indios” de quienes se reparten las tierras y se enjutan las propiedades comunales. En vista de esto se hacen tratos con Japón en el último tercio del siglo XIX, para que trabajen inmigrantes japoneses en el tendido de las líneas férreas, creen emporios hortícolas, agrícolas y pesqueros y forjen una forma de vivir más “civilizada”.
No se trata ni siquiera de asimilar al indio, ni amestizarlo, mucho menos de integrarlo a la nación, para él solo queda el recurso de ser mano de obra barata en el campo, en la agricultura, en el chicle, en la caoba, en el henequén… no da para más… es muy bruto.
Es el momento en que los mestizos crean una de las revoluciones más largas del planeta, que todavía no termina. En una de sus partes, se destaca el indio: todo el sureste y el Jefe Zapata que siendo mestizo habla español, sabe leer, lee y escribe, sí habla la lengua de su pueblo y no está muy amestizado, aunque use traje de charro y calce espuelas y monte a caballo, privilegios que los indios no tienen, pero los entiende y lo entienden, se identifica con ellos y ellos con él; la consigna nace y sigue viva en el siglo XXI: “La tierra ha de ser de quien la trabaja”. Por el norte, Villa lucha contra el latifundio, piensa mucho y piensa bien; en algún escrito explica su idea de que al término de la revolución, creará suficientes escuelas para todos. Si el Jefe Zapata es el héroe de los que todavía no usan zapatos ni hablan bien el español, Villa lo es de todos los pobres del norte que viven su ideal de tener libertad, de no ser siervos, de no ser “pobres”, de ir a la escuela.
El futuro siempre llega y con él Vasconcelos y las Misiones Culturales, que van de pueblo en pueblo, de ranchería en ranchería, llevando un maestro y mejores formas de vida, pero ha de ser Cárdenas quien cumpla mejor que muchos las ilusiones del pueblo: educación sin religión, aceptación del pueblo en donde sea necesario. La historia de la educación en México que tan malamente inaugurara Cristóbal Colón llevando indios de las islas a Madrid para “deprender a fablar”, comienza a acercarse a la realidad. Muchas personas durante la época de Cárdenas y hasta Ávila Camacho, de 1933 a 1945, van a aprender español y a veces convertirse en maestros de sus propios pueblos, por el solo hecho de saber leer y escribir. En mi profesión conocí algunos, ya mayores, que no hicieron primaria ni secundaria ni mucho menos preparatoria, y con su nombramiento de Maestros de aquella época expedido por la SEP, ingresaron a la UNAM.
Será hasta el XXIV Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en Hamburgo en el primer tercio del siglo XX, que se hable “de salvar la persistencia de las lenguas nativas de América”, y no lo hace un mexicano, es la Institución Carnegie y un portugués, José Oiticica, quien presenta un método para la investigación de las “lenguas aborígenes”.
Durante mucho tiempo, casi 2 siglos después de la independencia, excepto un breve lapso, se busca convertir a los indígenas en mexicanos, esto significó primero, como dijo Joaquín Baranda, que olviden o se deshagan de sus supersticiones, con ellas de sus culturas, de sus cosmogonías, de sus saberes, de sus tradiciones y costumbres, que sean “ciudadanos mexicanos”; aunque se revalúa desde el punto de vista científico de Icazbalceta y Lucas Alamán a Manuel Gamio, el valor de los monumentos descubiertos en el sureste por extranjeros y por ellos comentados desde la época de la Intervención francesa
Aun que aparecen las primeras ediciones de Bustamante sobre la Historia General de Sahagún, la distancia entre quienes realizaron esas construcciones y por así decirlo, el indio de la calle, es enorme.
Se duda que los antepasados de este último hayan construido algo así, se vierten ¡otra vez! las teorías más interesantes sobre el origen de los indios y sus construcciones, o son judíos, o son fenicios o son irlandeses. ¿Cómo podría haber sido posible que estos indios construyeran eso? Se trata de que el indio sea mexicano, nunca se intenta que el mexicano, mestizo de muchas razas con predominio de las nuestras por obvias razones, se involucre en su propia historia, la haga suya, entienda cómo se ha formado el mestizaje y valore su ser indígena. Mientras al comienzo de este tiempo se trabajaba por restaurar Teotihuacan y se le convertía por obra y gracia de Gamio en la ciudad más grande de América en su época, con 100, 000 habitantes y 20 km2 de extensión.
Mucho camino se había recorrido desde la aparición del México a Través de los Siglos, de Vicente Rivapalacio, cuyo primer tomo sigue siendo invaluable. Vendido por entregas en cuadernillos, es un hito en la historia de los pueblos de Américas; pero es hasta la llegada de Cárdenas que se enseña en las escuelas del pueblo que aquí hubo culturas, que aquí hubo civilizaciones.
A mí me enseñaron en la primaria la historia de los incas, como pedía Martí, y me enseñaron la historia del asentamiento del pueblo mexica, del purépecha, del maya, el libro de Historia de México, en el principio de los años 40, era un libro con mucha información y bellas imágenes. Pero el que hizo esa historia y el indio que la vive siguen siendo diferentes, Se exalta en el arte el indigenismo, ahí está la música, la pintura, el muralismo, la fotografía, pero el indio sigue siendo indio en el campo, en los mercados, en el servicio doméstico, en las pulquerías, en el lumpen proletario el que aprendió español.
Estamos en el Siglo XX, pero, el grueso de la población indígena de la cual no se conoce el número (a mí hace 50 años que no me han censado, nomás censurado), pues no son confiables los Censos Nacionales, continúa monolingüe, dependiente de los mestizos que hablan su lengua, y peor aún, de sus propios paisanos vendidos al mestizo de la tienda, de la iglesia, del patrón, del cacique, del diputado y hasta del profesor. No se sabe cuántos pueblos nativos hay en México, ni que lengua hablan o si, como en el caso de zapoteco o del hña hñú, ñu savi o el nahuatl y otros, hablan una variante dialectal. El número de etnias ha pasado en cien años de 58 a 62, de ahí a 64 y hoy a 68.
Del mexicano abstracto se escribe mucho, tenemos a Béjar Navarro, o a Paz, que buscan explicarlos al través de su expresión literaria, también así lo hace Garibay y difunde una nueva y mejorada opinión del pasado por encima de la leyenda negra de México de sacrificios humanos, sodomía y antropofagia tan cantada por los cronistas e historiadores durante cuatro siglos; pero del de a pie, del que todavía cruza las selvas y recorre las veredas y los mercados con su mercancía a la espalda, del que emigra, del que se dice que “abandona su tierra”, mas no se dicen las causas, se sabe poco de ese indio.
Existe desde fines del siglo XIX el “problema del indio”, de ese indio que representa entonces la mitad o más de la población total del país, pero no se ve.
Sigue sin ser sujeto de derecho, en la escuela primaria se le fuerza a estudiar en castellano, se le obliga a no usar su ropa ni hablar en su lengua, a comer con cubiertos y dejar las tortillas, a alimentarse con lo que el estado decide y a aprender lo que los directivos de la SEP y los maestros de las escuelas deciden. Se le enseña que es indio y lo aprende por contraste. Se trata de que olvide su ser y sea “mexicano”.
Los estudios lingüísticos los hicieron de nuevo unos misioneros, estos del siglo XX entrados al país –sin que yo comprenda por qué- gracias a Cárdenas. Hay biblias y parrafadas de diversas religiones, principalmente protestantes, traducidas al hñahñú y otros lenguas nativos, el pastor sucede al franciscano y al jesuita pero, continúa la idea de destruir el diabólico paganismo idólatra del indio. Sin embargo, ahora florecen las Escuelas Normales por todo el país, llenas de indios y de mestizos, aunque los mate el gobierno.
Son los años 50’s, ha llegado la industrialización y el capital extranjero se apodera del país, la gente que aprendió castellano en las escuelas va a las fábricas; la que no, sigue en el campo, en el mercado, en el servicio doméstico. Se habla poco del indio, que ahora es obrero o jornalero. Se ha editado mucho sobre las culturas nativas por la UNAM, el INI, la ENAH, pero raramente estas ediciones llegan al pueblo, menos aún a los indios.
Ellos son objeto de investigación, como desde los tiempos de Carl Lumholtz en el norte y Frederik Starr en el sureste, han sido medidos, pesados, fotografiados, se han reseñado sus características físicas, se conoce hasta su tipo de sangre, pero son objetos, no sujetos de la investigación. Se llaman “informantes” aquellos que cuentan su historia y su historia se llama mito.
Después del eco del movimiento zapatista, las mujeres mayores que comprendieron el eje del asunto, se hacen dueñas de su palabra y rehúsan ser representadas, interpretadas o traducidas por las “académicas” investigadores que fueron su voz por años. Estas mujeres en el Curso de Alta Formación de Mujeres Indígenas (mayo 2018), resultado del Programa de Mujeres Indígenas, del Instituto de Liderazgo “Simone de Beauvoir” que acompaña al Congreso de Mujeres Indígenas de septiembre de 2016, decidieron tomar la palabra y escribir y hablar de sí mismas y por sí mismas, con el sentido de pertenencia e identidad como sujetas de Derecho (así en femenino), no invisibles y sus vidas enclaustradas por la iglesia 5 siglos, dejan de ser el mito de la sufrida mujer mexicana.
Hay otras clases de mitos que van unidas a la investigación sobre los “indios”, los habitantes de este continente nuestro, indios que no existen, nadie sabe cuántos son y son sólo objeto de investigación, de opresión, represión o estorbo para el progreso.
Existe la América Hispana porque la conquistó España, pero no fue así, se dice Castilla, porque España como estado no existía, hasta Carlos III de España se pueden leer todos sus títulos y en ninguno se le llama rey de España; desde el siglo XV, con Colón, se divide al mundo en occidente y oriente, y América no es ninguna de las dos cosas. Parecería que pocos quieren darse cuenta que esta división procede del mundo antiguo en que el conocimiento del mundo se reducía a un poco de Europa, algo de Asia y África, y que si el oriente se llama así es porque visto el mundo (suyo) desde Europa, efectivamente, Asia está al oriente de ella, y al occidente están ellos, los europeos. ¿Y nosotros? Como objeto de la conquista, somos sólo lo que dicen que somos. América. España nos conquistó y los indios fueron bautizados así y así quedaron.
En el siglo XXI queda claro para nosotros: que los indios están en la India, que lo que hay en América son etnias primigenias, que España no nos conquistó y que para América el oriente es Europa y la brújula y el sol lo dicen. Y Asia es el occidente.
Sin embargo, tan cerca como 1983, Eric Wolf diserta sobre los Pueblos sin historia, donde explica que:
…este re-pensar [sobre ellos] debe trascender las formas usuales de representación de los pueblos de Occidente y tener en cuenta […] que participan conjuntamente pueblos occidentales y no occidentales […].los sociólogos de la historia han hecho ver que la gente ordinaria fue a la vez que agente activo del proceso histórico, víctima y testigo silencioso del mismo [ ] necesitamos poner al descubierto las diversas historias activas de minorías “primitivas… (Wolf, Erick R., 1983) ”[el subrayado es nuestro]
Y hoy se calcula que la “gente ordinaria” de que se trata, estas minorías, representaban en el siglo XVI, quizá unos cien millones de personas. De las que nadie sabe cuántas quedan, porque todavía nadie censa indios en toda América y sus islas.
Habrán de llegar los años 70’s para que CONASUPE edite y distribuya sus cuadernos agropecuarios en varias lenguas nacionales, y se agreguen intérpretes a los cuadros destinados a la mejoría y tecnificación del campo. Más adelante al principio de los 80’s lo hará la SRA, y a los pueblos mazahua llegaremos provistos de intérpretes, profesores, médicos, enfermeras, con semillas para promover el huerto familiar, con pollitas y pollos para el gallinero familiar, como en los 60’s llegamos a promover la cunicultura y el aprovechamiento del conejo en la dieta familiar tan escasa en proteínas animales.
Pero si necesitamos intérpretes es que la gente no habla español, si aportamos maestros es que hay analfabetas. Llegan las instituciones nacionales con lo que los directivos piensan o creen que “los indios necesitan”, pero no se hacen investigaciones, entrevistas o encuestas para conocer su opinión, no se les da la palabra. El indio es el objeto del mentado cambio social: que se asimile a la nación y viva, vista, coma y hable como gente. Los indios no son gente.
Pasan los 80’s y asistimos a la muerte del ejido; ilusionados con unos centavos los campesinos venden las tierras ya abandonadas por improductivas y se van a las ciudades, al norte, a EU, y la tierra de nuevo vuelve a ser latifundio, hoy propiedad de los corporativos industrializadores de alimentos, donde el indio vuelve a ser “indio”, aunque ahora se llame jornalero con sueldo de hambre y jornadas de 12 h y no sea ni sujeto de crédito ni sujeto jurídico.
La gente que emigró se reúne en las ciudades y a partir de su lengua se reconoce, se une, busca y comparte sus alimentos, sus tradiciones, sus saberes, se sobrepone a las vicisitudes y forma colonias, desde Puebla y CDMEX hasta todo EU, Canadá, Alaska y Japón. Es el idioma el que hace el milagro en Fresno, en Chicago, en Florida, o en Nebraska o en Utah, en Nueva York… en todos lados. Y se habla ñu savi e inglés y japonés, y se habla zapoteco e inglés, o p’urhepecha e inglés y… español también. Exportamos indios y también a la Virgen de Guadalupe. Aquí son indios sin derechos y allá son migrantes sin derechos.
En la transmisión de esas pautas de auto-reconocimiento y hetero-identificación la educación habrá de jugar un rol protagónico, casi excluyente [la lengua nativa]. En efecto, a ella le compete de manera principal serializar a los individuos que integran una unidad socio-política común mediante la preservación y legado de un acervo de discursos y prácticas que tienden a garantizar aquellos propósitos identitativos (sic) antes mencionados. (Barra Ruatta, A. Filosofía de la otredad: educar para la diferencia, s/f).
Este no tan breve recorrido por la historia de los pueblos indígenas de México, vale para casi toda América sin distinción entre la anglosajona, la francesa o la hispana. Sólo en el papel, como en las Leyes de Indias y en las Nuevas Leyes de Indias, hoy en la ONU y sus diferentes sectores, se da lugar a reconocer al indígena americano como sujeto de derecho.
Las naciones participantes de esta organización en las decisiones tomadas por mayoría, adhieren a sus sistemas e instrumentos legales, pero el guaraní sigue siendo objeto de desprecio, y lo son el kéchua, el mapuche, el maya, el c’hol, el rarámuri, y todavía se les evangeliza para servir a dios y al blanco. “Una justicia digna es el fruto más tardío de la más madura de las sociedades. (Solyenitzin, Alejandro. 1973).”
Y aun muchos nativos de esta América inventada estamos llenos de lo que nos han hecho creer, sus dioses, sus mitos de Adán y Eva, lo que nos han enseñado sobre la salud, la vivienda, los alimentos, la vestimenta, los medicamentos; vivimos viviendo y sintiendo lo que otros han decidido que está bien, por la sola razón de que eso es lo que ellos creen, viven y sienten. Y a pesar de todo seguimos siendo, al través de las lenguas nativas, lo que sabemos que somos.
Los pueblos indígenas americanos se han servido y basado en su tradición oral (Florescano, 1999) para conservar la memoria ancestral, en su propia lengua y en castellano, han guardado sus cantos y sus danzas, su arte –no artesanía, que es peyorativo, lo mismo que llamar dialecto a su lengua-y sus prácticas agrícolas, su forma de vida, su cosmovisión; si bien recubiertas en parte por prácticas cristianas, la esencia continúa viva en la oralidad, a pesar del desprecio y la constante aculturación.
Es irrelevante, ante este culto auditorio, intentar el desglose de todas aquellas leyes que de medio siglo a esta fecha se han decretado en favor de los llamados “pueblos indígenas o minorías étnicas”, pues se sabe cuántas vidas ha costado el reconocimiento de la humanidad de muchos pueblos, su derecho a ser ellos mismos, lo avalan todos los “indios” fallecidos en América en 500 años, aquí Zapata, Gandhi en la India, Martin Luther King en dondequiera que hay negros, lo avala la guerra del Vietnam, y las presentes guerras del petróleo, las poblaciones aculturadas de la Amazonia, los tupí-guaraní, los kéchuas y aimarás. Es imposible aquí nombrar tantos pueblos de tantos lugares.
Las leyes son adecuadas al conocimiento que se tiene de los pueblos, pero todavía nuestros médicos tradicionales, los chamanes son curanderos o brujos y las etiquetas fuertemente adheridas no se despegan con leyes de papel. Se requiere una acción coordinada de dentro afuera y no de afuera adentro: en el caso que nos ocupa, que los pueblos tengan el derecho, la facultad de crear en sus propios idiomas sus propios programas educativos, con sus propias didácticas y su forma pedagógica que contenga la esencia de esas vidas de 3, 4 o 5, mil años, que a pesar de la opresión han logrado conservarse, si bien en muchas ocasiones ocultas bajo el barniz de la cultura invasora, avasalladora. Y se ha conservado porque está en su idioma y bien que mal, a veces traducida al idioma invasor. No estamos en el siglo XV de la vida de Colón estamos en el siglo XXI, y si algo se ha aprendido de estos cinco siglos, es que la vida humana sobre el Planeta Tierra es una y diversas, pero siempre una.
Hoy muchos de los investigadores, los historiadores, lamentamos profundamente todo el saber perdido en diferentes lugares del globo terrestre, gracias a la ceguera inducida por el monoteísmo excluyente. Sabemos mucho más hoy sobre nosotros mismos que lo que pudieron llegar a saber quienes decidieron el destino de América al repartirla entre lusitanos y castellanos, para bien de los dos y nadie más.
En materia de adquisición de la lengua, que por algo se denomina materna, el Dr. Alfred A. Tomatis, afirma, que siendo aún un feto de doce semanas, el ser humano comienza a desarrollar los sentidos, y que el que ocupa el primer lugar es el sentido del oído, que a esa “edad” el feto puede escuchar la voz de su madre y “la respuesta motora del feto, le permite, aun sin nacer, aprender un idioma desde el seno materno. (Tomatis, 1991. 208-215)”.
Por lo tanto ya no es solamente la idea antropológica, etnológica, sociológica del respeto a los pueblos, la que nos está llevando a exigir que se realice la educación en el ambiente de la lengua materna, es la verdad científica revelada que nos dice que es imperativo permitir a los pequeños desarrollar en primer lugar su lengua materna, impulsar y respaldar su acción cotidiana en el hogar y complementar la formación con programas y planes de estudio bilingües preparados por los propios grupos de hablantes, con su propia forma didáctica dentro de sus propios esquemas activos, no imponiendo métodos, técnicas, proyectos, planes y procesos pensados y dirigidos desde afuera de las comunidades.
Por otra parte, quiero citar a alguien de la UNESCO, Katarina Tomasevski, quien fuera la primera Relatora Especial de la Organización de las Naciones Unidas sobre el derecho a la educación, destaca que “el derecho internacional de los derechos humanos exige la afirmación y protección de todos los derechos humanos de todos los actores claves en la educación”, lo cual, desde luego, incluye a los docentes. En consecuencia, el derecho a una educación de calidad para todos, involucra a los docentes de dos formas: a) como portadores de obligaciones, es decir, como responsables de hacer realidad la calidad de la educación que reciben los alumnos; y b) como titulares de derechos, esto es, como actores educativos cuyos derechos también deben ser respetados y protegidos (Tomasevsky en Sánchez Pérez, H. 2016).”
Esto quiere decir, que las comunidades étnicas deben asumir la formación de sus propios docentes, dentro de su propia cultura, en su propia lengua y en el marco de referencia de sus propios usos y costumbres.
No puede ser de otra manera que ésta la educación bicultural, pues un elemento ajeno, una vez más, insertado en la cultura desvirtuaría todo el trabajo realizado, transculturando, aculturando o como anota el jesuitismo, inculturando, que es lo mismo que decir destruyendo.
Cada lengua es única y sirve para organizar el mundo del hablante, cada lengua corresponde a una cosmogonía, a una cosmología y, como lo sabe todo traductor o intérprete, presenta dificultades de fondo para llevar su contenido a otra lengua. Desde el trabajo, por otra parte excelente, de Ángel María Garibay, se clasificó como poesía a los escritos reseñados en nahuatl con grafía alfabética, pero en el desarrollo de mi propio trabajo de tesis doctoral y durante la investigación efectuada, tuve la suerte de tratar y escuchar a diversas personas de diferentes etnias con relación a los consejos y amonestaciones que dan a los niños y jóvenes, encontrando verdaderas sorpresas, pues, tales discursos, no son poesía, solo reflejan el pensamiento indígena en su mejor expresión. Y si es que somos poetas en nuestro idioma natal, lo seremos siempre en cualquier idioma al que levemos nuestro ser.
Necesitamos una verdadera revisión de nuestra mutilada y menospreciada historia prehispánica. Nuestra Historia puede llevarnos a abrir puertas de mundos contiguos o alejados, cercanos o lejanos en el tiempo, en los que de alguna forma se haya vivido o se viva mejor o al menos a conocer los caminos a los lugares en que se vivió peor. La enseñanza de la Historia debe abrir caminos al pensamiento crítico, pero no detenerse ahí, pues de nada sirve juzgar lo inadecuado, si no proponemos soluciones. Quiero creer que los maestros bilingües o monolingües en castellano, pueden enseñar a los niños y jóvenes mexicanos a sentirse orgullosos de todos sus antepasados autóctonos y a no avergonzarse de que al final de estos siglos seamos mestizos, pero mestizos capaces de reconocer nuestras culturas, respetando la autóctona como Cultura Madre y dejando de hablar, como hasta ahora, de los pueblos indígenas como algo ajeno. ¿De dónde, si no, vamos a sacar una identidad?
Cuando fui estudiante de Preparatoria, hace como cien años, era obligado leer a Homero en griego y las Catilinarias en latín, hemos retrocedido un poco en este asunto, hoy muchos de mis alumnos universitarios no leen nada más allá que la página deportiva de los diarios, y claro, Google y Facebook o Twiter, y acaso piensan que Wikipedia es la Enciclopedia Británica, suponiendo que sepan que tal “cosa” existe. Mas no iba por ahí mi aclaración: mi pregunta es ¿por qué no podemos leer a Nezahualcoyotl en náhuatl, o los libros de Chilam Balam en maya? En esta primera veintena del siglo XXI tenemos en México a muchos escritores, poetas, profesores, doctorados, profesionistas y técnicos que pertenecen a diversas etnias. Con 68 idiomas reconocidos en el territorio nacional, por qué no se enseña ninguno en las escuelas del sistema educativo, por qué siguen nuestras lenguas en propiedad de las iglesias?
Acaso he sido demasiado subjetiva, es probable que algunos datos no estén en mi acervo y ya es demasiada larga mi plática y quizá inadecuada, como dijo el Maestro López Austin, “ya me corregirán, ya me corregiré.”
Quiero terminar, diciendo las palabras recientes de una mujer hñahñú, lengua otrora nombrada como otomí por los “sabios” cronistas franciscanos:
“Mi raíz, hñahñú, soy un ente sensible que describo y plasmo mi entorno a través de la prosa, provengo del Valle del Mezquital, soy de esa tierra donde brota el cardón, el Tzik’iä, al través de mi prosa quisiera compartirles mi raíz, mi cultura, contagiarles de la alegría de percibir a la naturaleza, a la vida, al través de la mirada de una hñahñú, Ürosha Maqueda:
El lenguaje es pertenencia, herencia que ha sido forjada y continuará forjándose a través de sus hablantes, lenguajes que se manifiestan al través de sus cantos, construcciones gramaticales, literatura; [hoy hayfusiones que contribuyen a establecer la interrelación de lenguajes. Por estos motivos me parece necesario iniciar esta tarde con un poema cuyo canto es la poesía de una espléndida, brillante y densa palabra, esencia de vida. (Ürosha Maqueda. Tijuana, B.C. CECUT. Septiembre 2016)”
Zi maka te La vida.
Del campo aprendí a tener esperanza,
esperanzas que devolvieron los vientos,
voces que arguyen el misterio de ra zi maka te.
Circularán entre ustedes algunos ejemplares de la cartilla para el aprendizaje bilingüe de la escritura en la lengua siona del Putumayo y español; elaboradas, diseñadas, dibujadas, coloreadas y editadas con mucho amor por José Francisco Piaguaje y Aura Nubia Maniguaje, gente de Quebrada Palma, del Municipio de Coronia Hué.e Jobo, o Puerto Asís (2009-2010)
Como corolario de estas reflexiones deseo agregar una cita más, que está seguramente mejor expresada que mi indócil palabra.
Una educación en y para la diferencia, es el desafío que la humanidad deberá afrontar en el futuro inmediato para poder vencer inveterados conflictos e injusticias sempiternas. Educar en y para la diferencia será el único reaseguro que permita que todos los individuos tengan acceso, desde sus invulnerables diferencias, a una vida materialmente digna, ética y feliz. (Barra Ruatta, A. s/f).
MUCHAS GRACIAS
BIBLIOGRAFIA
Barra Ruatta, A. (s/f) Filosofía de la otredad: educar para la diferencia. Proyecto de Investigación: “La enseñanza de los derechos humanos en la universidad”, aprobado y subsidiado por Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Argentina.
Colón, Fernando. (2006) Historia del Almirante Don Cristóbal Colón. Madrid. Biblioteca Nacional.
Florescano M, Enrique. (1999) Memoria Indígena. México. Taurus. Pensamiento.
Hidalia Sánchez Pérez. El derecho (olvidado) de los docentes a una educación de calidad. Investigadora asociada del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, septiembre 28, 2016
http://educacion.nexos.com.mx/?p=338#at_pco=jrcf-1.0&at_si=580280b63c848f43&at_ab=per- 2&at_pos=0&at_tot=1
León-Portilla, Miguel. (1997) Pueblos originarios y globalización. México. El Colegio Nacional.
Rozat Dupeyron, Guy. (S/f) Fronteras semióticas. Escritura y alteridad en las crónicas novohispanas. Veracruz. Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Sánchez Pérez, Hidalia (2015) Diversidad en los resultados de la evaluación de ingreso a la docencia en Educación Básica. Ponencia presentada en el XIII Congreso Nacional de Investigación Educativa, realizado del 16 al 20 de noviembre de 2015, en Chihuahua, Chih.
Tomatis, Alfredo, A. (1991) The Conscious Ear, My Life of Transformation Trough Listening. Barrytown, New York. Station Hill Press
Winckelman, Michael James. (1989-2002) Shamanism as neurotheology and evolutionary psychology. American Behavioral Scientist. 45 (12) 2002. Pp. 1875-1887
“El seguimiento de algunas declaraciones adoptadas por los Congresos Internacionales de Americanistas a lo largo del siglo XX ofrece una muestra magnífica de la evolución de las ideologías que han ido afectando a etnólogos, antropólogos y otros americanistas en general. Los americanistas siempren quisieron mantenerse en un terreno «científico», al margen de políticas e ideologías (como si eso fuera posible), y por eso preferían quedarse con las reliquias del pasado, del pasado anterior a la invención de América, y preferían hacerlo desde la distancia del gabinete, desde Europa. Pero a medida que filólogos, arqueólogos, antropólogos y etnólogos fueron agotando el material bibliográfico preexistente, descubrieron que «nuestros contemporáneos primitivos» estaban ahí, como material vivo, esperando a ser estudiado. Ya en el Congreso de Viena, en 1908, el austriaco Karl Nebehay propuso que el Congreso solicitara, a los gobiernos correspondientes, la instauración de cátedras dedicadas al estudio de los idiomas indígenas: quechúa en la Universidad de Lima, aymará en la Universidad de La Paz, azteca y maya en la Universidad de México (pero el Congreso no aceptó tal propuesta, pues se declaró incompetente para elevar tal género de peticiones).
Pero en 1932 los americanistas, reunidos en su XXV Congreso en La Plata, Argentina, sí que se consideraron competentes y capacitados para hacer suya una propuesta de Martín Doello Jurado, y resolvieron aconsejar la creación de reservas de indígenas:
«Auspiciar la formación de las “reservas de indígenas”, a fin de procurar en vista del interés etnológico, la conservación de las razas autóctonas sudamericanas en sus lenguas y, en lo posible, con sus costumbres propias. Para este fin el Comité ejecutivo del presente Congreso designará una comisión especial para la Argentina, y procurará que esta finalidad se prosiga en las sucesivas reuniones del Congreso, como tema permanente, a fin de que en cada una de ellas se dé cuenta de lo realizado, en tal sentido, en los diversos países sudamericanos.» (vol. 1, pág. XLV.)
De esta manera, con esos zoológicos humanos llamados reservas de indígenas, podrían asegurar los sabios científicos estudiosos americanistas su campo de estudio, la posibilidad de continuar de manera pausada sus investigaciones etológicas sobre un terrario bien acotado, y donde sus alumnos, los alevines de antropólogos americanistas, pudieran experimentar ellos mismos sobre sus queridos cobayas, para confirmar o discutir con nuevas observaciones de discípulos aventajados las relaciones de parentesco ya descritas, o las rutinas y costumbres de aquellos americanos que vaya usted a saber desde donde habrían llegado hace unos cientos de años a la reserva, y por qué no, estudiar la variedad de influencias que sobre tales indígenas del reservorio irían produciendo las legiones de misioneros disfrazados de antropólogos, o las de antropólogos disfrazados de misioneros, para poder así, cada dos años, presentar interesantísimas y eruditas comunicaciones ante sus colegas congresistas, antesala de la cátedra que algún día quizá podrían ocupar, incluso en una Universidad fundada ya en el siglo XVI por los españoles en América, pero eso, qué más da.” [El subrayado es mío.]
http://www.filosofia.org/ave/001/a051.htm
Quien sepa leer, tendrá “opinión”.
Quien sabe leer puede encontrar la idea clave en un escrito, tiene ejercitada su memoria para reflexionar sobre asuntos o hechos pasados, cercanos o similares al expuesto. Puede reflexionar sobre una idea o concepto, contrastarla con otra u otras, encontrar el objetivo del escrito y entender las estrategias que se usaron en él.
Quien sabe leer está en capacidad de razonar las ideas presentes y actuantes en lo leído; puede razonarlas, narrarlas, dialogar, analizar y discutir lo entendido. Es decir, es capaz de recibir una idea, entenderla, comprenderla, resumirla, trasmitirla y discutirla.
Quien sabe leer puede catalogar, clasificar, inventariar, jerarquizar, desglosar, comparar y diferenciar el núcleo o el tema de una información, e inferir y extrapolar lo necesario para evidenciar realidades o descubrir errores, mentiras, interpolaciones o ficciones en el discurso; puede también encontrar sustituciones y segundas y terceras intenciones, si comprende las metáforas y otras figuras literarias y poéticas usadas.
Quien sabe leer entiende abstracciones, los diversos niveles del lenguaje usado en el discurso y los diversos niveles de comprensión del discurso mismo; puede detectar la seriedad, gravedad, serenidad o urgencia y hasta el humorismo oculto en lo escrito, y será capaz de reflejarlos, usando el tono, el timbre y la sonoridad adecuados, al leerlos en voz alta.
Leer no es sólo repetir verbalmente lo escrito. El dominio y la maestría en la lectura son determinantes para el aprendizaje de todo, de cualquier materia, tema o curso. Son indispensables en el estudio de la Historia. El conocimiento se adquiere al través del lenguaje escrito y se manifiesta al través de éste y el habla.
Quien aprende a leer, aprende a escribir. Para quien sabe leer nada está oculto ni es difícil.
Quien sabe leer no depende de la “opinión” ajena, pero es sensible a la comprensión de esta ajeneidad.
Quien sabe leer se aleja del fanatismo y de los ismos, se aleja de la ignorancia y se aleja de los vicios. El defecto más grave del mexicano común y corriente es no tener identidad y sentirse solo.
Quien sabe leer no está nunca solo, leer Historia ES leer literatura, cuento, novela, poesía, ensayo, porque todo esto es también Historia de la mente humana y su capacidad para recrear sus vivencias, sus ideales, sus experiencias.
Quien sabe leer es sensible a las realidades y descubre las ficciones. No es independiente ni es dependiente, es, como todo en el mundo, interdependiente, pero con juicio sano que lo vincula a la realidad sin desvincularlo de su identidad. Es respetuoso y exige respeto.
Quien lee no es manipulable ni manipula. No puede ser engañado ni desea engañar. Un pueblo que sabe leer, tiene interés en conocerse, en conocer su identidad, su Historia y conservarlas; tendrá interés en tomar del mundo que lo rodea lo necesario para mejorar su suerte, desechando con sentido del humor las falsas promesas y las farsas intencionales, el “pan y circo” ofrecidos para comprar su inmovilidad.
Corresponde a ustedes investigar y conocer mejor la Historia de México, para mostrarla hoy desde un ángulo de mejor comprensión, liberada en lo posible de la negatividad que le imprimieron los cronistas laicos, seglares y regulares, y enseñar que nuestra que nuestra Historia de treinta siglos antes de la conquista, es, al menos, tan digna de respeto como cualquier otra, al verla nítidamente despojada del sectarismo reinante en ella desde hace 500 años. La Historia puede llevarnos a abrir puertas de mundos contiguos o alejados, cercanos o lejanos en el tiempo, en los que de alguna forma se haya vivido o se viva mejor, al menos a conocer los caminos a los lugares en que se vive peor. La enseñanza de la Historia debe abrir caminos al pensamiento crítico, pero no detenerse ahí, pues de nada sirve juzgar lo inadecuado, si no proponemos soluciones.
Quiero creer que los maestros pueden enseñar a los niños y jóvenes mexicanos a sentirse orgullosos de todos sus antepasados autóctonos y a no avergonzarse de que al final de estos siglos seamos mestizos, pero mestizos capaces de reconocer nuestras culturas, respetando la autóctona como Cultura Madre y dejando de hablar, como hasta ahora, de los pueblos indígenas como algo ajeno. ¿De dónde, si no, vamos a sacar una identidad? Quiero creer también que somos capaces de aprender a leer en nuestras lenguas y en español expresándonos correctamente, y con esos medios, crear una sociedad más equitativa, más sana, más solidaria y realista. Quiero pensar que ustedes, que sin coacción y sí con esfuerzo, físico y económico, están haciendo una Maestría, han entendido que una nación pluricultural sólo puede unirse en torno a una educación que respete la Historia propia y la ajena y las valore, porque todo tiene Historia, y hoy, ustedes son ya parte de la Historia de la Educación en México, la segunda generación de esta Maestría en Docencia.